Comencé mi vida laboral a la edad
de 15 años, inicie en una maquiladora, mi jefe era malo y los horarios eran
cansados, pero lo peor de todo era la paga, una basura por estajo, lo gracioso
que mi primer sueldo solo me alcanzo para comprarme unos patines en línea, tan
deseados en esa época.
Mi jefe era un hombre de familia
y socialmente reconocido por tener ciertamente, una maquiladora tan grande y
ser parte de una de tantas en la cadena de esa marca de ropa que en pueblo
pequeño esa una ventaja. Mi jefe para
ese entonces no me quería en su fábrica por mi edad, pero se hizo vista gorda por
mi experiencia, ya para ese entonces cosía con excelente precisión en maquina
recta, lo traía en la sangre, mi madre es costurera.
He tenido de todo tipo de jefes
en mi vida laboral, desde el jefe buena onda que siempre te habla directo y con
respeto, hasta el que te grita frente a sus clientes y te dice hasta de cómo
vas a morir.
Para cuando ya tuve mi propio
negocio, conocía ya del trato al cliente, del manejo de proveedores, del
control de las entradas y salidas, y demás cosas, como inventarios y nómina. Al principio como estábamos el negocio era
pequeño nos bastábamos con mi esposo y yo, pero más tarde fue necesario
contratar a alguien para ayudar.
Mi esposo comenzó por contratar a
dos chicos, amigos nuestros, para cubrir los sábados y domingos
respectivamente. Y recordé mi época de empleada, por lo que no quise ser una
mala jefa, citábamos temprano a los chicos, uno para el sábado y el otro para
el domingo, no se les pagaría mucho, ya que el trabajo no era gran cosa, cargar
cosas, colocar mercancía y atender a los clientes cuando mi esposo o yo nos encontráramos
ocupados.
Pensé, con el tiempo, que debía ofrecerles
algo mejor a mis empleados, además de ofrecerles la comida en horas laborales,
comenzamos a regalarles artículos de la tienda y darles descuento por prendas
que quisieran comprar, prestamos, y hasta pensé en darles seguro, no social
como se maneja en México, pero si tramitarles un seguro popular para las
emergencias. Les dábamos algo extra de dinero cuando salían bien las ventas o veíamos
que si le echaban ganas al negocio, pero nunca les quedamos a deber y tratábamos
de pagarles puntualmente.
Todo resultaba bien, trabajábamos
bajo un ambiente armonioso, siguiendo la regla de que “un empleado cuando es
tratado con respeto y justicia, trabaja mejor”, luego uno de ellos nos mandó un
remplazo, fue una lástima que se fuera porque era buen empleado, pero no iba a
detener el avance de los chicos, le dijimos que si encontraban algo mejor, que
no dudaran en aceptarlo, no íbamos a frenar que salieran adelante, hasta ahí se
acabó la armonía, al principio parecía que le echaban ganas a las ventas pero después
comenzaron a abusar de nosotros, faltaban con minutos de anticipación, pedían permisos
instantáneos y se iban varios minutos, gustaban de apartarse del trabajo para
estar con sus novias; les llamábamos la atención pero por ser amigos, lo hacían
con menos frecuencia pero no dejaban de hacerlo.
Luego pensamos en expandirnos,
para lo cual le pedimos apoyo a uno de los chicos que no estudiaba para
comenzar a asistir un par de días entre semana, con un sueldo claro y justo.
Como jefe al principio cuando comienzas a expandir tu negocio es difícil, pero
eso no le interesa al empleado, a él le importa que le pagues el día que quedaste,
lo hayas pasado bien o mal, y eso se comprende, finalmente contrataste un
empleado, no un socio.
Después de varias decepciones, hubo
algo que colmó la paciencia, uno de los empleados que trabajaba con otro amigo mientras
no cubría un turno con nosotros, llego con nosotros en nombre de este amigo a
pedirnos dinero prestado para material y poder trabajar ese día, sin dudar
accedimos, y cual fue nuestra sorpresa al final del día, que nos había timado
el empleado, y que incluso había llegado con el dinero al negocio del otro
chico invitando cerveza, incluso hablando de que mi esposo le debía un dinero y
vino a cobrárselo.
Eso y muchas más cosas me dejaron
sin ganas de volver a contratar empleados. Ahora comprendo porque los jefes son
así con los empleados, no quieren que lleven su negocio a la quiebra por sus
irresponsabilidades, y que aunque no todos los empleados son malos, por esos
malos, pagan los buenos. Sin embargo, algo siempre queda claro en mi
experiencia, cuando contrates a un empleado, platica de sus convicciones, para
donde va y de donde viene, porque él podría ayudarte a desarrollar tu negocio
pero también podría echarlo abajo, pero siempre, aunque tenga pensamientos que
como jefe consideres errados, jamás le faltes al respeto y nunca le grites frente
a los clientes, ten en cuenta su experiencia antes de contratarlo, porque de no
tenerla, tienes que explicarle todo y eso resulta al cabo de un tiempo, que la
paciencia se desgaste y olvídate de la armonía.
En conclusión, cuando se trate de
tu negocio rodéate de gente capaz de sacarte a delante o de mínimo mantenerte a
flote.
Janice Noriega
Febrero 2014